Donald Trump se salió con la suya y logró un trato preliminar con la Unión Europea. En la reunión celebrada en su club de Turnberry (Escocia) con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, los dirigentes rubricaron el acuerdo “para equilibrar” las relaciones comerciales entre los dos grandes socios con la imposición de aranceles del 15% a los bienes de UE que se exporten a Estados Unidos, la mitad del 30% con que amenazó en su carta enviada este mismo mes.
Fue el anfitrión quien detalló los datos, que incluyen el compromiso de comprar energía estadounidense por un valor de 750.000 millones (640.000 millones de euros) –Von der Leyen matizó que eso será “en el horizonte de tres años”–, además del compromiso de incrementar la inversión europea en 600.000 millones de dolares (510.000 millones de euros).
Trump matizó que también habrá adquisición de armamento estadounidense, por un costo por determinar, y “un factor muy relevante”, sostuvo, como es el de la apertura de los mercados de la UE a los productos de Estados Unidos con un 0% de gravámenes.
Sale beneficiado el sector de la automoción europeo, que en los últimos tres meses soportaba tarifas del 25%. Continúan mal parados el aluminio y el acero, que seguirán con el 50% de derechos arancelarios.
El trato se rubricó con un apretón de manos y el aplauso de sus colaboradores. Pero Von der Leyen reconoció que fue “duro” y “con momentos de tensión”. “Ambos queríamos pacto, será bueno para los dos, es el mayor de todos los acuerdos”, recalcó Trump, para quien esto facilitará que se restablezca y se refuerce la amistad. “Esto nos va a acercar”, proclamó.
Remarcando cada palabra, la dirigente europea a su vez apostilló: “Nos traerá estabilidad y previsibilidad, que es algo clave para los negocios a uno y otro lado del Atlántico”, señaló. Sobre las concesiones europeas, se hizo eco de la queja habitual de la Casa Blanca. “El punto de partida era un desequilibrio, un superávit de nuestro lado y el déficit del lado estadounidense, y queríamos reequilibrar”. Luego, en una comparecencia en solitario, Von der Leyen sopesó que “los aranceles a los coches es lo mejor que podíamos hacer”, matizó. El porcentaje incorpora componentes y semiconductores.
Añadió que habrá 0% aranceles en ciertos sectores agroalimentarios y aeronáuticos, pero matizó que los detalles se conocerán en las próximas semanas.
Según ella, el 15% aplica a productos farmacéuticos. “Los aranceles al acero y el aluminio servirán para reducir los excesos de capacidad, y para el acero se está pensando en establecer un sistema de cuotas”, afirmó.
La dirigente europea aceptó, sin embargo, que “el 15% es un reto para algunos sectores, pero potencialmente nos estamos abriendo a otros mercados, como Indonesia, México o India”.
Como justificación a esta especie de capitulación, aclaró que las concesiones son un mal menor que evita una escalada con el fantasma de unas tarifas del 30% a partir del viernes, de las que hubiera sido, según ella, más difícil bajar.
Después de casi cuatro meses de negociaciones, la fumata blanca ha llegado finalmente en territorio neutral. Ni en Estados Unidos, ni en la Unión Europea, sino en Escocia, si bien Trump hizo un dos por uno. Consiguió el pacto y promocionó su negocio familiar en Turnberry, en su reluciente club de golf, lugar donde se rubrica la paz a una guerra comercial desatadas por el mismo el magnate.
Trump reiteró antes de empezar la reunión con la representante europea que ningún caso aceptaría nada por debajo del 15%. “Hemos tenido una muy buena relación a lo largo de los años, pero ha sido una transacción muy unilateral, muy injusta para Estados Unidos”, insistió con su habitual victimismo Trump, acompañado por el secretario de Comercio, Howard Lutnick, y el embajador comercial, Jamieson Greer, frente a los representantes comunitarios.
La presidenta de la Comisión Europea contó, como principal valedor, con el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, quien ha encabezado durante todo este tiempo las negociaciones.
Con un 15% de aranceles, el acuerdo es bastante peor que el que deseaba la Unión Europea. Pero de hecho no hace otra cosa que confirmar el statu quo de los últimos tres meses, cuando ya estaba en vigor el 10% de base más el 4,8% anterior.
Bruselas había comenzado ofreciendo a Estados Unidos aranceles cero por cero para los bienes industriales, sin ningún éxito. Después, y tras la preocupación de las industrias y de muchos países altamente afectados como es el caso de Alemania, pujó para contentarse con un acuerdo similar al del Reino Unido, con una tarifa del 10%.
Este pacto ya era considerado malo para muchos países europeos, pero Trump este mes subió la apuesta y amenazó con un 30% de aranceles a partir el 1 de agosto, lo que para la Comisión hubiese interrumpido de facto el comercio entre ambos lados del Atlántico.
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